La gran sorpresa del día fue la llegada de una pareja de guacharacas al comedero de aves que mantengo desde que nos instalamos aquí al frente de Playa Guacuco.
Hace mucho tiempo me había conformado con sólo oírlas cantar, un poco lejanas. A veces, desde la madrugada. Las he sentido muy activas, bastante temprano y sin importarles para nada a quien o a quienes despiertan.
Su canto es tan estridente y produce tanta bulla y alboroto en los espacios próximos a donde está encaramada que no hay manera de poner en duda que efectivamente son ellas y que cesarán de cantar luego de enviar sus mensajes a sus semejantes. Una comunicación intermitente.
Se escuchan también las respuestas y vienen a hacer un poco de silencio cuando se mueven a otros lugares y uno escucha como el canto se va distanciando y silenciandose cada vez más cerro arriba.
De vez en cuando se escuchan bajando del Matasiete o Guayatamo y se acercan seguramente a resolver o satisfacer varias necesidades. Una de ellas, debe ser la sed: tomar agua. O cuando cerro arriba escasea la comida o está muy competitiva.
Las he visto tomar el agua que producen los equipos de aire acondicionado de las casas y apartamentos de Guacuco, cuando están enfriando los interiores de las viviendas y sale por las tuberías externas, cuyos picos están al aire libre y allí se paran como hacen otras aves de pequeñas dimensiones. Eso de encaramarse sobre las tuberías, sin permiso de nadie.
También disfrutan de los guayacanes, mangos y otras especies frutales de los que tenemos en este urbanismo de Guacuco.
Estas grandes y hermosas aves siguen considerando que estos lugares continúan siendo sus territorios, sus dominios y regularmente hacen sus vuelos y algunas veces pernoctan en estos arboles principalmente sobre los rabos de ratón, almendrones y guayacanes.
Hace unos tres días, muy temprano en la mañana, había salido a colocarme en la cola de la bomba Yaguarin para tener acceso a los 30 litros que a precio subsodiado aún vende el gobierno, cada vez que se debe poner el combustible para continuar rodando con el vehículo.
En el tramo vial desde Guacuco hasta el Portachuelo de Guarame escuché no menos de 10 cantos de grupos de guacharacas que, seguramente se cruzaban mensajes ubicados en ambos cerros.
Desde el Guayamuri cantaban y del Guayatamo respondían. Esto implica hacer una seria investigación para determinar el contenido y significado de este lenguaje y torneo de cantos de las guacharacas que evidentemente tienen sus necesidades comunicacionales.
Esas aves llevan mucho tiempo montadas en esas cimas y de tiempo en tiempo bajan y se acercan hasta la orilla de la playa. Por lo que he podido indagar su carne calmó el hambre de mucha gente hace algún tiempo. Afortunadamente ha parado mucho su cacería, lo que podría estar ayudando a la recuperación de la población de esta ave de gran porte y colores oscuros.
Las guacharacas no reciben el apoyo o ayuda que tiene la Cotorra Margariteña, pero han desarrollado una enorme capacidad para garantizar la continuidad de su especie en estos lugares y sobre este mundo.
Me han comentado algunos galleros de la Sabana de Guacuco que la cruzaban con gallos de raza para lograr plumíferos peleadores y alimentar un entretenimiento muy tradicional, practicado hasta por encumbrados personajes de la política, el gobierno y la economía regional.
Aún existen centros para este tipo de entretenimiento, donde los grandes perdedores son los gallinaceos que deben entregar sus vidas en apuestas donde al final queda la sangre en los ruedos en medio de una gran algarabía de los apostadores.
Pareciera que continúan las peleas de gallos y las galleras, con muy bajo perfil, pero están allí y sigue jugándose mucho dinero. Algunos han dejado todo lo que tenían o habían acumulado en sus vidas en una gallera. Es el frenesi del jugador. Mucho dinero se apuesta. Ahora en dólares, cambian de manos, rápidamente en estas peleas, donde los que pierden todo son los gallos.
Fue uno de los juegos que nos trajeron los europeos cuando la conquista y por un largo tiempo, si podríamos decirlo así, casi un deporte nacional como los toros coleados y las bolas criollas.
Se dice por Internet que es una practica milenaria que fue expandiendose de Asia, pasó por Europa y entró a América vía Mexico de mano de los conquistadores. En los barcos de la expansión europea, hubo lugar para traer gallos de pelea y hasta los famosos piratas, saqueadores de pueblos, tenian predilección por las peleas de gallo.
Mi abuelo materno, el papá de mi recordada y querida vieja, La Chicha, Ignacio María Nuñez fue un gran aficionado de los gallos y en su casa de Mariguitar tenía varias jaulas donde mantenía a estas aves, la alimentaba y cuidaba y cada cierto tiempo las sacaba y les hacía su rutina preparatoria para ponerlos en forma para los nuevos combates gallísticos.
Una consulta que le hice una vez a mi amigo del liceo y exalcalde de Cumaná, doctor Elio Figuera, gallero de toda la vida y que se sumó a los que se han marchado del país me aseguró que eso de cruzar gallos con guacharacas no existe.
Los cantos de estas aves terminaron al comenzar a bajar del Matasiete y ya en la Polvorosa, donde están las paredes con el gran trabajo que dejó Medardo Bellorín. Ya por allí no se escuchaban sus cantos, esos fuertes sonidos.
Será que las guacharacas tienen su reino en las cumbres del Matasiete y el Guayamuri, donde la intensa cacería de otros tiempo les llevó a refugiarse cerros arriba, como una manera de proteger su existencia amenazada por el gran depredador de siempre?
Lo grato es saber que ha mermado mucho su cacería y que al escuchar sus cantos sabemos y nos aseguramos que están allí viviendo muy cerca de nosotros y que nos llena de alegría que se acerquen al comedero y compartan los restos de frutas y migajas de arepas y pan con otros voladores que tienen presencia en Guacuco.
Cruz N. Moreno N.
CNP 5771
25 de mayo del 2023.