Dime como andas y…. Te diré si tienes adolescentes

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“Soy el (la) mejor amigo(a) de mis hijos(as)” “Ellos(as) me cuentan todo” “Somos inseparables”
” Soy como uno(a) mas del grupo”

No es poco usual escuchar frases como estas de la boca de padres con hijos adolescentes, en especial a aquellos que pertenecen a la generación donde el mensaje de ser “amigo” de mis hijos estaba en boga – cosa que aun hoy seguimos observando con cierta frecuencia-. Ese grupo de padres que en la búsqueda de modelos distintos del rol paterno dictatorial e inflexible se tropezaron con la idea del “padre/madre amigo(a)”. Por supuesto que este concepto no es perfecto pero representaba la evolución mas aproximada, dentro del  manejo de las relaciones padres e hijos, al ideal para este grupo tan especial que llamamos adolescentes.

Sin embargo, es importante aclarar que estos padres amigos no son, ni deberían ser (o esperar serlo) realmente amigos de sus hijos. Es en este momento cuando la pregunta de un adolescente que se refería a la relación con su papa,… para que quiero un amigo cuarentón?; se hace especialmente relevante. Esta generación de padres por muy jóvenes y modernos que sean – o deseen serlo – lamentablemente no son adolescentes con hijos adolescentes. Por lo tanto a pesar de lo cercanos y frescos que creamos tener nuestros recuerdos de esta etapa y lo intenso de nuestros esfuerzos por mantenernos al día con la actualidad juvenil, no somos adolescentes y a fin de cuentas no tenemos por que serlo.

Es perfectamente comprensible que este concepto del padre amigo tienda a confundirse con las frases del inicio del artículo. Pero no olvidemos que los amigos durante esta etapa no son particularmente eficaces en la ejecución de su rol supervisorio, como orientadores y mucho menos como quienes establecen limites entre sus “panitas”. Más bien son   cómplices donde la lealtad a toda costa es su premisa fundamental y la necesidad intrínseca de explorar los limites de sus recién descubiertos poderes – como compartir con sus pares sin control ni supervisión, etc.-, obligatoria. Que pasa cuando este “amigo” tiene la necesidad de establecer limites y normas ante una situación que considera inadecuada, cuando es receptor de información privilegiada entre compinches y debe mantener el principio de lealtad a toda costa; o cuando la exploración de sus capacidades implica la posibilidad de riesgo para tu panita.

Es aquí donde el concepto de amigo deja de ser funcional y la angustia o molestia natural hace que aparezcan espontáneamente el de papa o mama preocupados, supervisores y hasta cierto punto controladores; por supuesto que esta supuesta amistad intergeneracional comienza a hacer agua ya que no son compatibles ambos roles en circunstancias como estas.

Entonces debíamos preguntarnos cuando dejamos de ser amigos para convertirnos en padres y viceversa; y si esta habilidad pseudocamaleonica nos resta credibilidad y efectividad como amigos y más importante, como padres.

Por otro lado es relativamente frecuente que la llegada de nuestros hijos a la adolescencia dispare en nosotros el mecanismo de autoevaluacion no solo de alcances y logros de vida sino de nuestra propia vulnerabilidad. En otras palabras, hay pocas cosas que nos hagan sentir “adultos” de forma inmediata que el tener hijos adolescentes. Esto podría ser utilizado como una explicación del porque de la popularidad del concepto de padre amigo ya que podría identificarse como una estrategia para aferrarnos a esta etapa que oficialmente quedo atrás.  

Y vamos a ser sinceros, para la mayoría el tener que aceptar que somos “mas grandes” representa una perdida – de juventud, de la capacidad hacer las mismas cosas que hacíamos y sentíamos como adolescentes- . Perdida que implica un duelo y parte de la evolución natural del mismo es la negación a la misma. En algunos casos esta podría manifestarse como una especie de exacerbación súbita del interés por nuestro aspecto físico, el cual pudiésemos intentar cambiar -desde el punto de vista externo a través de la vestimenta y accesorios de moda hasta modificaciones mas complejas desde el punto de vista del patrón estético personal- en otros con una especie de regresión a conductas potencialmente superadas – desde hablar como un chamo(a) hasta adoptar comportamientos semejantes a los de sus hijos-.   ….” Mi Mama se viste y comporta como una adolescente”… es una expresión no poco frecuente entre algunas hijas durante esta etapa y que generalmente va acompañada del bien predecible… “que fastidio o que raya”… . Esta estrategia que pudiera ser consona con el concepto de la madre amiga como alternativa de acercamiento pero que no deja de ser especialmente frustrante para ambas partes.

Quiere decir que “mimetizarse” con nuestros hijos adolescentes, ya sea como parte de una estrategia de comunicación consona con la teoría de ser sus amigos o como una manifestación del conflicto del ingreso oficial a la adultez por la llegada de ellos a esta etapa; no es la manera mas efectiva para establecer una relación saludable entre padres e hijos adolescentes.

Actualmente múltiples expertos coinciden con el concepto del padre amigo pero lo expanden para transformarlo en padres amistosos, accesibles y comunicativos que utilizan la negociación como instrumento básico de comunicación y establecimiento de normas. Es decir que se trata de padres que están dispuestos a oír activamente a sus hijos, que los supervisan tomando en cuenta tanto sus necesidades como la realidad el ambiente que los rodea y que no son tímidos para establecer los limites, siempre bajo el concepto de negociación ganar-ganar. De esta manera no solo no perdemos credibilidad en el rol que nos corresponde ejercer sino que asumimos el reto de una alternativa que será particularmente satisfactoria para esta nueva etapa de la tragicomedia que llamamos Padres de hijos adolescentes.

Dr. Ricardo Montiel  UPIDG, Telèfs: (0212)9913340, 9935303,04140142007

 

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