LA SONRISA DE MARÍA CORINA // Por: Alexis Rosas

Los pueblos del interior de Venezuela, desvencijados, tristes, rotos, después de 25 años de pesadilla, se han iluminado de pronto con la sonrisa inmarcesible de María Corina Machado en su incesante recorrido por la geografía nacional para insuflarles ánimo a los ciudadanos cansados de tanta pesadumbre, tantas violaciones de sus derechos, tanta ignominia y tanta insania.

Es una hermosa sonrisa que está pegada a sus labios como la esperanza al corazón de los pobres. Por eso, ella no la suelta, pues es la sonrisa voluntariosa de quien se siente segura en la tierra que pisa porque los pisatarios de esa tierra le han dado el mandato para que avance decididamente y sin miedo, sorteando los escollos inverosímiles que le pone el gobierno chavista de difuntos y flores, encabezado por un hombre que ante ella parece insólitamente envejecido, un hombre a quien hace tiempo el país se le escapó de las manos, si es que alguna vez llegó a saber cómo administrar el poder …

De allí que la orden inconstitucional de impedirle el paso cada vez que ella sale en campaña, ha sido burlada por hombres y mujeres amorosos y decididos que, a caballo, llano adentro, o en canoa, a través del rio Orinoco o el Apure, la llevan de la mano hasta los pueblos y ciudades donde salen de sus casas a saludarla, con la alegría de quienes presienten las buenas noticias, o se agrupan por decenas de miles para ungirla como la líder del proceso que llevará a Edmundo González a la Presidencia, porque cuando los pueblos se deciden a cambiar de nada valen artilugios ni amenazas…

Por eso, la sonrisa de María Corina resplandece en un país sumido en la oscuridad ominosa del disparate y la anarquía, para gritarle al adversario: ¡Ya te perdimos el miedo, así que ahora no tienes ningún poder sobre nosotros!… Y ese pensamiento, ese deseo, lo ha esparcido el viento por todos los confines del país, donde el 28 de julio todo el mundo saldrá a votar para sacar del poder a quienes nunca debieron estar ahí, para devolverle a esta tierra querida la decencia perdida. 

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