Carta al Barón Rojo // Por: Aɴɴι Boloтιɴ @konukito

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Muchos dicen que uno no debe tenerle cariño o apego a las cosas materiales, y así es, pero soy de las que está convencida de que todo y todos tenemos energía y por ende les brindo respeto.

Así que para ti que has sido compañero de tantos momentos y aventuras, te escribo estas palabras.

Empiezo por eximirte de toda culpa, y aunque esto para muchos puede ser obvio, la verdad es que no tengo el menor atisbo de aprensión, de hecho, siento un profundo agradecimiento.

Has sido cómplice de tanto, y esto es solo lo que yo puedo expresar por mi, de mis vivencias contigo, porque no he sido solo yo, hemos sido tantos a los que les has regalado sonrisas… Nos regalaste perspectivas… Nos regalaste alas.

Fuiste mis primeras alas. Contigo tuve maestros y tuve alumnos, entre ellos mi Papi. Contigo tuve mis vuelos más largos, me celebraste cumpleaños, años nuevos, comienzos y finales. Me diste la dicha de ver mi tierrita desde lo más alto. Me viste reír, demasiado, y me diste consuelo en mis llantos, porque sí, también fuiste mi confidente de llantos, simplemente me iba contigo a pasar despechos, a hacer despedidas. Fuiste alcahueta de amores. Me regalaste miles de amistades, unas se volvieron familia, otras tantas que penosamente olvidé más de una vez una cara de copilotos fortuitos, porque habían sido eso, “pasajeros”, pero ellos no se sabían pasajeros porque un vuelo así es de todo menos pasajero y queda grabado adentro en el alma, y a pesar de que hacías mucho ruido, sentir el aire y el vacío al mismo tiempo te brinda silencio.

Muchas veces olí contigo la tierra estando ya muy por encima de ella, porque así huelen las nubes, a tierra mojada, y eso también lo sentí primero contigo.

Nos encantaban las aventuras juntos. A más de un copiloto osado lo despedimos desde las alturas para verlo hacerse chiquito desde lo alto hasta que abría su paracaídas y aterrizaba en esa lejana tierrita. Te confieso que había planeado ser una de esas que se lanzaría al vacío que te rodeaba, ya tenía convencido a mi piloto estrella, mi Papá (no es fácil pedirle eso a un padre), él era el que me iba a subir en tus alas para luego sentir el vacío y aterrizar en paracaídas… Ya no serás tú el cómplice, pero incluso por ese sueño te agradezco.

Nuestros momentos favoritos eran los amaneceres y los atardeceres, donde el protagonista era el astro rey y nosotros solo jugábamos a bailar en un cielo pintado.

Ayudaste a enaltecer las bellezas de Turen, tanto que más de uno lo conoce o conoció por las imágenes que ayudaste a hacer.

Mis dos hijos también sintieron contigo, y aunque los protegía mi cuerpo y mi vientre porque con ambos en mi barriga volé, todavía te tienen presente porque nuestras aventuras se convirtieron en historias antes de dormir.

Fuiste noble con los niños, muchos experimentaron tu magia acompañados del abrigo de sus padres, muchos otros eran lo suficientemente grandes para experimentarte solos. Y si no era volando, era observando, porque las ilusiones de los niños también crecen observando.

Entre esa complicidad con los niños estaba uno de los pilotos preferidos, el saco de juguetes. Varias veces esos sacos fueron los protagonistas de sonrisas de niños que los necesitaban. Solo uno de esos sacos presenció la tristeza. Ese último que te despidió y fue partícipe de las lágrimas de todos nosotros. Esa última misión que no pudo ser completada.

Gracias Compañero. Gracias por tanto. Gracias incluso por no llevarte a mi Papi contigo… Hasta siempre.

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