El 28 de octubre de 1886 marcó un día histórico para los Estados Unidos y el mundo. Ese día, el presidente Grover Cleveland inauguró oficialmente la Estatua de la Libertad en la isla Liberty, en Nueva York. Esta majestuosa estatua, un regalo del pueblo francés, fue concebida para conmemorar el centenario de la independencia estadounidense y celebrar la relación de amistad entre Francia y Estados Unidos.
La ceremonia reunió a miles de espectadores y casi un millón de neoyorquinos que participaron en un desfile que culminó en Battery Park, bajo un cielo nublado pero lleno de esperanza y emoción. La estatua representa a Libertas, la diosa romana de la libertad, con una antorcha encendida que simboliza la luz de la libertad iluminando el camino hacia un futuro mejor.
El escultor Frédéric Auguste Bartholdi diseñó esta obra monumental, con una estructura interna de hierro obra de Gustave Eiffel, que fue transportada desde Francia en más de 200 piezas para ser ensamblada en Nueva York. Grover Cleveland, además de presidente, había sido gobernador de Nueva York, lo que añade un significado especial a su papel en este acontecimiento.
La Estatua de la Libertad no solo representa la libertad y esperanza, sino que también ha sido un símbolo crucial para millones de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos buscando un nuevo inicio. Hoy, sigue siendo uno de los íconos más reconocidos del país y un testimonio perdurable de la amistad franco-estadounidense y los valores de libertad y democracia.