Esta noche Ucrania ha vivido uno de los ataques rusos más mortíferos y masivos desde que comenzó la invasión a gran escala en febrero de 2022.
Entre la noche del 18 y la madrugada del 19 de noviembre, Rusia lanzó más de 520 proyectiles aéreos (aproximadamente 476 drones —la mayoría Shahed iraníes y señuelos— y 48 misiles de crucero y balísticos). Fue el mayor bombardeo combinado registrado hasta la fecha.
Aunque el objetivo declarado eran instalaciones energéticas de cara al invierno, varios misiles impactaron directamente en zonas residenciales. El golpe más trágico se produjo en Ternópil, una tranquila ciudad del oeste del país, lejos del frente.
Dos misiles alcanzaron dos edificios de apartamentos de nueve pisos en pleno centro urbano. Los bloques quedaron parcialmente derruidos. A esta hora, el balance oficial es desgarrador:
– 25 muertos confirmados, entre ellos tres niños.
– Más de 73 heridos, 18 de ellos menores.
– Los rescatistas siguen trabajando entre los escombros; lamentablemente, el número de víctimas puede aumentar.
Imágenes que circulan en redes muestran fachadas enteras colapsadas, ventanas reventadas en cientos de metros a la redonda y vecinos desesperados buscando a sus seres queridos bajo la luz de los focos.
El presidente Volodímir Zelenski ha calificado el ataque de “terrorismo puro y descarado” y ha vuelto a pedir a los aliados más sistemas de defensa antiaérea (Patriot, IRIS-T, NASAMS) y el levantamiento de restricciones para emplear armamento de largo alcance contra bases rusas.
Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso insiste en que todos los objetivos eran “instalaciones energéticas que alimentan la maquinaria militar ucraniana” y niega haber atacado zonas civiles, una versión que choca frontalmente con los vídeos y testimonios desde el terreno.
Este ataque forma parte de una nueva oleada de bombardeos masivos contra la red eléctrica ucraniana, similar a la campaña del invierno 2022-2023 y 2023-2024, pero con un volumen de drones nunca visto. Rusia parece decidida a dejar al país a oscuras y sin calefacción cuando lleguen las primeras heladas fuertes.
Ternópil, una ciudad de apenas 220 000 habitantes conocida por su universidad y su ambiente estudiantil, se ha convertido hoy en símbolo del horror que sigue golpeando a civiles a más de 1 000 km del frente.