Lagunita de Ratoìn. Isla de Ratoìn. Municipio Atures. Amazonas ©FAO Noel Padilla-Fernaìndez

El Día Mundial del Medio Ambiente es un recordatorio para pensar en la interconexión intrínseca entre la humanidad y los sistemas naturales que nos sustentan. Es una fecha que nos llama a una reflexión global para evaluar la relación que hemos establecido con la naturaleza, en un momento de alarmante crisis ambiental. Diversas perspectivas señalan que esta crisis tiene profundas raíces en las formas en cómo se instituyó la relación con la naturaleza en los albores de la sociedad industrial.

La ciencia moderna privilegiando la relación sujeto-objeto estableció una ruptura ontológica fundamental entre el ser humano y la naturaleza. Esta separación ha llevado a una visión antropocéntrica que posiciona a lo humano en el centro y concibe la naturaleza como objeto, cosa extensa, cuantificable y medible, destinada a ser dominada y controlada. Esta perspectiva intensifica el uso indiscriminado de los sistemas naturales, reduciendo la naturaleza a un mero recurso al servicio del ser humano. Esta visión fragmentada y dicotómica hombre-naturaleza ha contribuido de manera fundamental a la problemática ambiental que vive el planeta.

En este contexto global, la Amazonía representa una entidad esencial para la estabilidad ambiental del planeta. Este vasto bioma forestal, el más extenso y biodiverso del planeta, abarca una superficie de aproximadamente 7,7 millones de km², en él existen múltiples ecosistemas con implicaciones directas y profundas para la resiliencia climática, la disponibilidad de agua y la diversidad biológica a escala local, regional y planetaria.

La Amazonía es reconocida como el epicentro de la biodiversidad terrestre, un espacio invaluable para la adaptación a condiciones cambiantes y una fuente potencial de nuevos compuestos bioactivos. Como bioma forestal, desempeña un rol insustituible en el ciclo global del carbono, funcionando como un gigantesco sumidero de CO2 al capturar y almacenar grandes cantidades de dióxido de carbono atmosférico. Su vasta red fluvial incide de manera directa en el ciclo hidrológico, influyendo sistémicamente sobre procesos planetarios.

Sin embargo, este invaluable bioma enfrenta presiones y riesgos significativos derivados de prácticas que lo deterioran. La deforestación, incendios forestales y las actividades antrópicas como la agricultura extensiva, la ganadería intensiva, la minería y la construcción de infraestructuras comprometen gravemente su equilibrio ecosistémico.

Datos de la FAO señalan que la deforestación genera graves desequilibrios ambientales, que incluyen cambios en el ciclo hidrológico, desagregación y compactación de los suelos; lo que acelera la erosión, pérdida de diversidad de las especies, alteración de la calidad del agua y de todo el hábitat de la vida acuática y libera el carbono almacenado, contribuyendo al calentamiento global.

La minería, por su parte, causa fragmentación del bosque, ruptura de corredores ecológicos y contaminación de aguas, aire y suelos. Estas presiones resultan en la pérdida de cobertura vegetal, erosión del suelo, degradación de la diversidad biológica y deterioro de la calidad del agua, poniendo en peligro la integridad del bioma forestal amazónico.

Ante esta situación, es imperativo fortalecer la articulación de actores claves (gobierno nacional, local, organizaciones ambientales, comunidades y pueblos indígenas) para promover economías sostenibles, reconocer y apoyar los derechos de los pueblos indígenas y fomentar la cooperación internacional.

La protección y conservación de la Amazonía exigen un cambio de paradigma. En este sentido, el Proyecto Gestión Integrada de Paisajes Sostenibles Para la Conservación del Bioma Forestal Amazonas, impulsado por el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela a través del Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo (MINEC), en articulación con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés representan una estrategia cardinal.

El Proyecto Amazonas tiene como propósito mejorar el estado de conservación del bosque amazónico promoviendo medios de vida y producción sostenibles y resilientes, fortaleciendo la articulación institucional y planificación con las comunidades. Sus objetivos y acciones están direccionadas a fortalecer la gestión de áreas protegidas, mejorar la planificación y gestión integral del paisaje mediante el desarrollo de capacidades y la investigación, y mejorar los medios de vida de las comunidades indígenas y locales a través del uso y aprovechamiento sostenible de productos y servicios forestales.

El proyecto contempla explícitamente la incorporación del conocimiento indígena y el respeto por la diversidad cultural y las prácticas tradicionales, reconociendo que las comunidades indígenas y locales son custodios efectivos de sus territorios. En este sentido, los procesos de formación y desarrollo de capacidades que se adelantan en el marco del Proyecto Amazonas se realizan desde el principio de alfabetización compartida, de allí que se despliegue el diálogo como orientación epistemológica y metodológica para el encuentro del conocimiento que lleva la Unidad de Gestión del Proyecto (UGP) y los conocimientos de las comunidades y pueblos indígenas.

La situación ambiental del planeta a la que asistimos en la actualidad nos exige y convoca a aprender a escuchar los sentidos de las cosmovisiones de los pueblos originarios. Carlos Morales y Maria Teresa Quispe en el libro Teärime Siri’ koi Aerime Suititi El Territorio Uwottüja, señalan que el pueblo Uwottüja (pueblo indígena del Amazonas) nombra la naturaleza con las siguientes voces:

TEÄRIME SIRI’ KOI AERIME SUITITI, voz que propone los siguientes sentidos, TEÄRIME: fuente de luz que mantiene la vida de todos los seres vivos: humanos y no humanos y otros seres visibles e invisibles; SIRI’ KOI: espacio astro-cosmológico del universo, donde se encuentran las estrellas, el sol y la luna y los demás planetas; AERIME: es la tierra donde se pisa, vive, y se mantiene la vida humana; SUITITI: pulmón del territorio Uwottüja, que sostiene el aire que se respira, los ríos y los lagos. Para el pueblo Uwottüja el hábitat y tierra es la Madre Tierra, es el sitio de origen de toda la vida, de todos los seres vivientes, donde mora el espíritu de cada uno de ellos, preservando la supervivencia de las especies y de toda la naturaleza, para mantener la vida con la visión del devenir histórico, cultural y existencial del mundo Uwottüja.

Para los pueblos originarios la relación con el ambiente no se basa en la ruptura antagónica entre hombre y naturaleza desarrollada por la modernidad, sino en una interconexión sistémica, relacional y de complementariedad. Conciben la naturaleza como un ser vivo con el que se mantienen relaciones íntimas de intercambio y dependencia mutua. Entes como montañas, ríos, animales y plantas no son objetos, sino que forman parte de la misma sustancia interconectada, a menudo considerados deidades o seres sagrados dignos de profundo respeto.

El principio de relacionalidad compartida, donde todo está de una u otra manera relacionado (vinculado, conectado) con todo, es central. El ser humano no ocupa un lugar de superioridad, sino que es un componente más dentro de un sistema complejo e interdependiente. La conciencia de esta dependencia total del ser humano con la Madre Tierra es fundamental en estas cosmovisiones.

Para el pueblo Yanomami urihi no es solo selva o territorio, sino selva-mundo, un espacio vital donde coexisten e interactúan seres físicos, naturales, humanos y no humanos. En el idioma tojolabal y otros de origen maya en mesoamérica, hay una palabra de recurrente presencia en el hablar cotidiano, se podría decir que es una palabra clave en lenguas de origen maya, se trata de tic, esta refiere al nosotros como sentido comunitario de la vida, es decir se vive en relación con lo que constituye la vida humana y no humana, de allí que exista en los pueblos de origen maya (tojolobal, tzozil, chol) una condición ontológica (existencial) que se nombra nosotricas, solo se puede existir en relación. En pueblos originarios andinos como el Aymara se dice Suma Ist’ aña, el significado que comporta es saber escuchar, si todo vive, todo habla, de allí que se trate de una cosmovisión que propone un sentido biocéntrico para ser y estar en el mundo.

Estas cosmovisiones nos proponen transitar hacia racionalidades otras, una racionalidad ecológica que trascienda la instrumental y objetivadora de la modernidad, fundamental para desplegar formas de comprender y relacionarse con la naturaleza no de manera antropocéntrica, sino reconociendo su valor intrínseco y nuestra interdependencia con ella, un camino hacia una racionalidad ambiental basada en la relacionalidad y la coexistencia.

El Día Mundial del Ambiente es, por tanto, un momento propicio para evaluar nuestra relación con el mundo natural que nos constituye. Actuar ante la actual situación ambiental exige no solo soluciones técnicas o de gestión, sino una profunda transformación epistémica, ontológica y ética. Implica abrirnos a un diálogo mundial de saberes y reconocer la sabiduría de los pueblos originarios que nos enseñan a coexistir con la naturaleza como un ser vivo del cual formamos parte. Allí anida una posibilidad de construir un futuro verdaderamente sostenible y respetuoso con toda forma de vida, que ofrezca un mejor ambiente y una vida mejor para las generaciones futuras.

Representación de la FAO en Venezuela

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